El desafío de Manchuria

China se ocupa de una nueva generación de «trabajadores modelo» para reactivar su deteriorada zona industrial estratégica.

¿ Por que los líderes chinos apostarían su legado por la incierta posibilidad de revitalizar una región rebasada por la historia?

Parte de la respuesta radica precisamente en la importancia histórica de Manchuria. Aunque en un inicio los colonizadores rusos y japoneses fueron los impulsores de su desarrollo, el presidente Mao Zedong se refería con orgullo al noreste de China como el alma de la revolución industrial comunista.

Durante los primeros años de la república popular, se desplegaron enormes ejércitos de obreros para echar a andar las nuevas minas y las fábricas estatales que producían cantidades inmensas de carbón, acero y petróleo, junto con automóviles, camiones, barcos y misiles; productos que, con el tiempo, convertirían a China en una potencia industrial. tras una milenaria vida agrícola.

A principios de la década de 1980, el noreste generaba 16% de la producción industrial del país, con sólo 8% de la población; esto la convirtió en una de las regiones más ricas en una sociedad manifiestamente igualitaria. Era el reinado del Hombre de Hierro.

Sin embargo, en tan sólo dos decenios, el noreste chino dejó de ser la fuerza motriz de la nación, y comenzó a seguir una trayectoria prácticamente opuesta a la de las florecientes regiones costeras del sur del país. El repentino crecimiento económico que lanzó a Shanghai y a la provincia meridional de Guangdong a la economía global en buena medida ha soslayado a la tierra del Hombre de Hierro.

La producción industrial de la región ha decaído a menos de 9% del total nacional, y su fuerte dependencia en las empresas estatales ha hecho que las reformas orientadas a la economía de mercado, parezcan los efectos secundarios de un tratamiento, pero sin los beneficios. El panorama no es simplemente el armazón herrumbrado del ideal de la China comunista, sino la representación simple y llana de los problemas más inextricables que enfrenta el país a raíz de su auge desigual: miles de fábricas estatales obsoletas, millones de obreros despedidos, una brecha cada vez mayor entre ricos y pobres, corrupción creciente, catástrofes ambientales y humanas y el fantasma del malestar social que lo nubla todo. «El gobierno no puede permitir que la frustración se manifieste de manera violenta en el noreste – El costo sería inmenso».

Con la esperanza de revertir esa peligrosa tendencia, Beijing ha invertido 7500 millones de dólares para revitalizar la economía de la región, cerrando o privatizando antiguas fábricas estatales, mientras capacita a los obreros para trabajar en industrias más adecuadas a las necesidades del siglo XXI: el ensamblaje de computadoras, la ingeniería de programas e, incluso, el turismo.  Sin embargo, la verdadera clave será la inversión extranjera. La zona que alguna vez simbolizara el empuje de China para lograr la autosuficiencia ahora corteja sin ningún pudor a los inversionistas extranjeros, en particular a aquellos que antiguamente ocuparon su territorio: Rusia y Japón. Es muy pronto para saber si en verdad puede reactivarse la región del cinturón oxidado. Pero a lo largo del camino que conduce a  Wang Hombre de Hierro hacia el sur, pueden  hallarse los vestigios de una región y de un pueblo que luchan por un nuevo futuro. Estas son las primeras etapas del gran experimento capitalista de Manchuria.

Fuente (National Geographic)