Valuación de empresas.

Con la mundialización de la competencia y de los mercados de capitales, y las privatizaciones, el valor para el accionista está captando rápidamente la atención de los directivos en el primer mundo.

 

En esta década, será muy probable que el valor para el accionista se convierta en el patrón mundial para medir la rentabilidad de la empresa.

 

 

A comienzo de los ochenta, eran pocas las empresas comprometidas seriamente en lograr valor para el accionista.

 

Aunque algunas empresas utilizaban poco a poco aplicaciones del enfoque del valor para el accionista, como por ejemplo, el análisis del cash-flow descontado, a la hora de tomar decisiones sobre el presupuesto de capital y para calcular el precio de fusiones y adquisiciones, la filosofía estaba inspirada en la orientación hacia los beneficios a corto plazo.

 

El movimiento hacia las absorciones que tuvo lugar en la segunda mitad de la década de los ochenta fue un poderoso incentivo para que los directivos concentraran su atención en la creación de valor.

 

Actualmente, en el primer mundo, la maximización del valor para el accionista está considerada, tanto por los miembros de los consejos de administración como por los de la alta dirección, la “política correcta”.

 

Como ha ocurrido con otras buenas ideas, el valor para el accionista ha pasado de no ser tenido en cuenta a ser rechazado y ahora a ser manifiesto. Y, así se le invoca invariablemente en los informes anuales de las empresas, en los comunicados de prensa, en las reuniones con los analistas financieros y en los discursos de las direcciones de las empresas.